Ubuntu, ese Linux que enamoró al público
Hace unos años la pregunta que a uno le hacían toda vez que se mencionaba el software de código fuente abierto era "¿Cómo se sostiene una actividad que no deja ninguna ganancia?" Aparte de que la apertura del código no significa que no haya ganancias, hoy, con la difusión lenta pero segura de la distribución de Linux Ubuntu, la irrupción del software gratis de gigantes como Google en el territorio antes dominado por Microsoft, la presencia cada vez mayor de los navegadores como entornos de trabajo e Internet como una suerte de sistema operativo difuso, la pregunta ha cambiado, aunque todavía se expresa con algún temor. La pregunta ahora es: "¿Por cuánto tiempo más el software comercial en caja seguirá siendo una actividad sustentable?"
El a estas alturas insoslayable fracaso de Windows Vista muestra que hay un cambio de paradigma en lo que alguna vez fue el negocio más prometedor de la tecnología. Sigue siéndolo, pero las reglas han cambiado. Observe.
Una de las cosas que más se ponderaron de la primera IBM/PC era que, al revés que las otras computadoras de su época, permitía escribir mayúsculas y minúsculas. Es más, usé varias de esas primeras computadoras para hobbistas, y vaya que han cambiado las cosas.
En esa época no sólo estaban ausentes las minúsculas, sino también Windows, Internet, las cámaras digitales, los iPods y las aceleradoras de video. En ese terreno inexplorado, virgen, sin roturar, empresas como Microsoft, Adobe, Autodesk y muchas otras medraron sin pausa y sin obstáculo hasta transformarse en los gigantes de hoy.
Pero a los gigantes les cuesta adaptarse a los cambios súbitos. El otro día tuve conciencia del salto cuántico que hemos vivido en estos algo más de 25 años cuando extraje la tarjeta de memoria de mi cámara, mandé una foto a la impresora y en tres minutos tenía una copia fotográfica perfecta, indistinguible de las de antes. El terreno ya no está inexplorado, sino superpoblado; las computadoras ya no causan asombro por permitirnos usar mayúsculas y minúsculas; ni siquiera lo logran con las fantásticas interfaces de Windows, Mac OS X o Linux; cada vez es más difícil para las empresas convencernos de gastar cientos o miles de dólares en programas. El hardware ha vuelto, así, a ganar protagonismo. Aunque durante años se dijo que era un mal negocio porque pronto los procesadores y las memorias se volverían commodities , lo cierto es que un cuarto de siglo después todavía pagamos sin hesitar por los fierros.
En cambio, podemos obtener todos los programas sin cargo, gracias al freeware, el código fuente abierto y el software libre. Hasta Ubuntu, sin embargo, había un costo, no en dinero, sino en conocimiento. O eras medio hacker o tenías que mantenerte fuera del juego de Linux.
Pese al pataleo innecesario y a todas luces obsoleto de la comunidad Linux, Ubuntu logró lo que ninguna otra distribución antes: el cariño del público. No por su gratuidad, ya que todos los Linux se consiguen sin cargo, sino porque se puso del lado de la gente, en lugar de insistir con el avinagrado, aburrido, repetitivo, monocorde y totalmente inútil epigrama anti Microsoft y anti público común.
Hoy Ubuntu puede ser incluso más sencillo que Windows Vista, pero eso es simplemente porque el Vista rompió el molde de XP y dejó a medio mundo preguntándose dónde estaba todo; uno de los muchos errores estratégicos que se cometieron con el Vista.
Al final, lo que empezó a convertirse en una commodity fue el software. Y esto no ocurrió por la aparición del código fuente abierto, Linux, la Free Software Foundation o los programas gratis. El peor enemigo de Vista no fue Linux, sino el XP, que impuso durante su extenso reinado el modelo de interfaz más utilizado del mundo; usado incluso por Linux. Si usted usa WindowMaker o AfterStep , le aseguro que es una rareza.
Africa mon amourAsí que no sé si Ubuntu es la distribución más fácil de todas. A mí me lo parece, pero hay quienes defienden Mandriva en el mismo sentido. U OpenSUSE. Pero es el que consiguió que mucha gente del off-Linux se sintiera cómoda.
Por eso le hemos dedicado la nota de tapa a su creador, Mark Shuttleworth, un sudafricano que se hizo rico gracias al software libre y que luego, en lugar de invertir el dinero en autos lujosos, bienes raíces o viajes al espacio, se propuso devolver parte de lo que la sociedad le había dado y fundó Canonical ( www.canonical.com ), la empresa comercial detrás de Ubuntu y otros productos open source. También viajó al espacio, pero ésa es otra historia (ver nota de tapa de esta edición).
Excepto por los videojuegos de última generación y la edición de video, Ubuntu, y para el caso cualquier distribución de Linux, viene con todo integrado. Lo que no está, se obtiene hoy fácilmente por Internet. Sin cargo, desde luego. Linux sigue sin ser recomendable, a pesar de Ubuntu, para quienes no tienen ni idea de cómo instalar Windows o se sienten atemorizados por las nuevas tecnologías. Pero incluso eso podría cambiar en el futuro.
No puedo hablar como un novato de Linux, sería una hipocresía. En más de doce años he pasado por todos los accidentes, las penurias y las frustraciones con que nos obsequió este sistema en sus primeros años: aprendí C; configuré kernels para que anduviera la administración de energía, la grabación de audio con baja latencia o los discos Zip; compilé programas durante horas para hacer lo que era predeterminado en Windows; cambié líneas, muchas veces casi a ciegas, en el código de drivers y aplicaciones; edité a mano el archivo de configuración de X Window (sigo haciéndolo, de puro cabeza dura), y no me faltaron ganas de arrojar la PC por el balcón cuando un programa me pidió que buscara la quincuagésima sexta biblioteca faltante, y luego de hallarla, obtuve un error incorregible. Estoy agradecido, sin embargo, porque las dificultades enseñan mucho, y porque pude ejercer mi derecho a elegir entre Windows y alguna otra cosa.
De otro modo, no hubiera podido desarrollar intereses tan diversos como el 3D, la escritura, la música y la fotografía; no hubiera podido pagar todas esas aplicaciones de software comercial. Y no uso software pirateado, punto. Así, me las fui arreglando para adoptar Linux como mi sistema personal.
Tras tantos años de usar Linux, Ubuntu me sedujo por dos motivos. Primero, porque es de verdad sencillo, y no sólo una interfaz bonita. Segundo, porque pese a que logra esto domesticando algunos de los instintos más poderosos de Linux, éstos pueden ser liberados fácilmente por el usuario experto. Es, además, pequeño: lo básico entra en un CD; el resto se baja, si hace falta.
Así, escribo y hago una que otra presentación con OpenOffice.org ; uso Blender para el 3D; ejecuto Painter con el emulador de Windows, llamado Wine ; edito las fotos con Gimp ; visito la Web con Firefox ; chateo con Pidgin ; ripeo mis discos con Grip , y sigue la lista. No me privo del GoogleEarth ni del Thunderbird con Gmail. Podría decir que extraño algunos juegos, pero la verdad es que no me queda mucho tiempo para los videogames. Y, por otro lado, no he dejado de usar Windows, por mi trabajo de todos los días. Pero hoy es posible, con un ahorro de varios miles de dólares en soft.
En efecto, sólo he pagado por el Painter , puesto que no hay buenos programas de pintura gratis. Bueno, el Painter y el hardware.
Lo mismo podría hacer con cualquiera de las otras distribuciones de Linux, cabe aclarar. Pero Ubuntu me cae bien.
Humanismo en CDLa adopción de Ubuntu es todavía muy baja, si se compara con Windows: unos 8 millones de usuarios en el mundo versus los más o menos 1000 millones de máquinas con el sistema de Microsoft. Sin embargo, la comparación es improcedente no sólo por la incalculable diferencia de escala entre ambos, sino también porque la gesta de Ubuntu ha sido viral, sin campañas de publicidad y marketing multimillonarias, excepto el boca en boca global que tan bien aprovechan desde las redes sociales como Facebook hasta el archienemigo de Microsoft, Google, y que por lo tanto tal vez constituye el futuro.
Lo más significativo es que Ubuntu haya cosechado, si uno ha de fiarse en estos números, la cuarta parte de las computadoras con Linux ( http://counter.li.org/ ) en tan sólo cuatro años, y que en lugar de hacerlo con un discurso fundamentalista y hostil lo haya hecho con un mensaje humanista que proviene del continente más castigado, saqueado y olvidado de la Tierra.
Tengo la impresión de que, análisis de modelos de negocios y tendencias informáticas aparte, deberíamos sacar alguna lección más profunda de todo esto.